Un día normal, con sol y pocas nubes, estaba yo paseando
con mi familia cuando de repente nos paramos a comer en un restaurante. Era todo precioso, las mesas estaban genial colocadas, cuadros de
cocineros famosos... En fin, un buen restaurante.
Nos sentamos en una mesa que
estaba en una esquina y tenía un ramo de flores. Nos vinieron a atender muy
educadamente. Yo pedí un chuletón al punto. Cuando me lo trajeron, tenía muy
buena pinta y cuando me lo comí… Me quedé sin palabras.
Nos teníamos que ir. No
era muy caro. Para mí fue el mejor restaurante en el que había estado en mi
vida. Para cenar me apetecía otro chuletón pero tuve que tomar nuggets de pollo
y sopa. Me acosté pensando en el restaurante y cómo harían tan buena comida.
Aquella noche soñé algo extraño. Yo estaba cocinando en un restaurante llamado
Lasarte que era de Martín Berasategui. Yo cocinaba de lujo, no sé el porqué.
Mientras el equipo cocinaba, entró a la cocina un señor. A los minutos le
reconocí. ¡Era Martín Berasategui! Entró para motivarnos y decirnos que
lo hiciésemos lo mejor posible. El trabajo de un buen cocinero es costoso pero
vale la pena si el comensal está satisfecho como me pasó a mí en el
restaurante.
Cuando me desperté, resolví todas mis dudas.
La buena comida se
prepara con esfuerzo y dando lo mejor. Así empezó mi pasión por la cocina.
Autor: Marcos